sábado, 28 de diciembre de 2013


los aviones


Me aterroriza volar. Un día, hace años,  me dediqué a apuntar en un papel las veces que aproximadamente había cogido un avión. No recuerdo exactamente el resultado, pero en estos últimos 6 meses, por ejemplo, han sido 15 veces las que me he subido a uno . La gente me dice que no entiende cómo sigo teniendo miedo después de volar tanto, pero yo me pregunto si el que tiene miedo a las ratas deja de tenérselo por ver unas cuántas al año. Yo creo que no.


Me pasa que cuando un sonido en un avión deja de ser constante busco a alguna azafata a ver si cambia su rictus. Luego me pasa, sobretodo al despegar, que un estilo de hiperhidrosis palmar se apodera de mí, y me sudan tanto las manos que se me llegan a arrugar.


Es como una sensación constante y persistente de que algo malo va a suceder de forma inminente. Luego visiono interiormente a alguien dando las noticias y en el titular, un avión estrellado encima de un mapa (eso que pasa cuando aún no hay imágenes).


En momentos de turbulencias, el miedo se multiplica de manera exponencial. Y eso que siempre mezclo dormidinas con vino que, aunque no debe de ser muy bueno, me dejan grogui pero no dormida. En mi último viaje jugué al Tetris, al Quiere ser millonario, a un juego de Dysney, a otro de conducción y a hasta uno de marcianos. Pero el sueño, la dormidina y el Merlot de Swiss air no me dejaron concentrarme. Vi dos películas en castellano latino (una de ellas era UP in the air, menuda la gracia) y hasta me hice una lista de reproducción de música alternativa. Y claro, no faltaba AIR. Voy al lavabo en cuanto siento la primera necesidad, porque entre que te levantas, despiertas al de al lado, saltas al del pasillo, llegas al baño, cierras, te agarras por si acaso una turbulencia moja el cúbiculo, apretas al PUSH ese que parece que vaya a absorberte y te pones la crema hidratante (estos suizos tenían para manos y para cara y lo bueno es que nadie la robaba, en Iberia dura una visita, fijo) ya han pasado 6 minutos. 6 minutos menos de vuelo y por consiguiente, de suplicio.
Solo oigo los motores y todo ruido nuevo, siento la turbulencia más pequeña, y me embobo con la pantalla que dice cuánto queda para llegar, la velocidad, a cuántos pies volamos y sobre qué ciudad vamos posiblemente a ostiarnos. El otro día me pareció bastante exótico hacerlo sobre Musqat. Si el piloto habla, vaya, algunos lo hacen mucho, creo que va a decir que por una emergencia tenemos que volver al aeropuerto de origen o a aterrizar en algún aeropuerto cercano. Y más tarde me imagino al controlador distraído de su tránsito aéreo y dos puntitos que son dos aviones que se rozan.


También pienso en posibilidades terroristas, pero eso ya menos.


Una vez me llegó un email (de esos de spam) de un curso para perder el miedo al volar. Me puse en contacto y me pasaron los datos. Pero nada más y nada menos que valía 800 euros,y yo con ese monto me subo a unos cuántos más.