domingo, 16 de febrero de 2014

Lo que me impactó (bien) de la India (I)


 Hampi. No conozco a nadie que haya visitado este pueblo del estado de Karnataka, que constituyó la capital del imperio Vijayanagara, entre los siglos XIV y XVI  que no mencione que es casi casi lo más bonito de la India.

Después de pasar un día recorriendo sus calles sin asfaltar, sus caminos repletos de templos, observando ese río repleto de rocas de aristas redondeadas,  sólo puedes celebrar, como decía Séneca, que "hoy has vivido". Has vivido allí.


Pasear entre templos y edificaciones , construidos con esa roca que parece endémica de Hampi,  ver a su gente como acude al río para el baño,  sortear mientras caminas los preciosos rangolis en el suelo y seguir con la vista a los monos que saltan  de casa en casa, te inmiscuye en una historia con atmósfera de cuento. Y que te atrapa. No sé si he encontrado o encontraré aldea o pueblo en el mundo más bonito que Hampi.

Y además debo decir que el recuerdo de Hampi y de las sensaciones que allí viví me han salvado más de una vez. Como remedio a momentos donde te pasas de vivir deprisa, Hampi es lo mejor.



Las risas y miradas de la gente (pero sobretodo de los niños y  las niñas)

Lo haré,  pero parece complicado describir algo como estas miradas.
Juzgad vosotros mismos:
 









lunes, 10 de febrero de 2014

la India y Cuba

Hace unos años siempre decía que mi país talismán era Cuba (y mostraba ,orgullosa de la coincidencia,  como las dos primeras letras de mis apellidos formaban CUBA en  mi tarjeta de la seguridad social ). Lo he visitado tres veces, en tres viajes asombrantes y muy diferentes. Lo hice en el 1998,  en el 2008 y en el 2012. Con amigas, con amiga y con pareja. Guardo recuerdos increíbles y una  gran nosaltagia e interés hacía el país . El Che, el Chan Chan, el comunismo, Viñales, la Habana Vieja, Santa Clara. Palabras y nombres, que al escribirlas, al mencionarlas o al pensarlas, me inducen  emoción y reconstruyen recuerdos determinantes en mi vida.




Pero ahora, preparando mi tercer viaje a la India, noto cómo ésta ha desbancado a mi querida Cuba. Países distintos en muchísimas cosas pero parecidos en lo esencial.

La India es dura de transitar, a veces hostil, un país que se te mete en la nariz por sus olores, que te hace abrir los ojos para creer lo que ves,  que te descuadra la vida, redimensionándola.Te hace sentir extranjero, muy extranjero, diría que extranjero hasta de alma. Creo que tal lejanía puede cautivarte , como me pasó a mí, pero también sé que puede condenarte. En los barrios duros de Mumbai ( si hay alguno que no lo es), en los mercados de las afueras de Bangalore (dónde una equivocación y el destino me llevaron), en las periferias que rodean los aeropuertos, en todos esos sitios , lo primero que te roba la atención es la descomposición, la basura putrefacta, lo orgánico podrido. Todo ello mezclado con ese plástico que les invade (y no saben o no pueden o no quieren gestionar).

Más posiblemente  me equivoque y no sea lo primero, porque al lado de esas montañas de residuos, enemigas de postales, duermen a veces mujeres, duermen familias, duermen críos. La pobreza y la suciedad en la India, se llevan con resignación, son parte de ese alelo heredado , más dominante que recesivo, pero transmitido. Cuando llegas tienes la opción de quedarte con esa imagen, que te acompañará durante todo el viaje como marco y molde de las experiencias que te dispongas a vivir. Luego, también tienes la opción de pensar  que toda esa basura y esos residuos son los restos, la morralla de un gran suceso, de un país gigante que te muestra primero sus escombros, para invitarte, si te dejas, a vivir el esplendor que guarda.

En menos de un mes, de cuatro semanas (ya que estamos en el mes corto), volveré. Volveré de invitada, de extranjera. Y me gustaría poder plasmar un 1% de lo que el país me aporta.